jueves, 23 de abril de 2015

Piensen

¿Hasta qué punto puede una persona estar orgullosa de no cambiar de opinión ante  la de los demás? ¿A caso no es eso negar la existencia de la reflexión y el aprendizaje?

No se puede estar orgulloso de  morir por una idea como muchos piensan, el orgullo está en vivir y disfrutar de ella, y en que el tiempo y la reflexión la desechen cuando se haga vieja. Es mucho más inteligente aprender de buenas ideas ajenas que hayan podido ser mal ejecutadas que rechazar esa idea solo porque al otro le fue mal siguiéndola ¿No?

Se me ocurre aplicar esto, por ejemplo, a las ideas políticas: Hay países en los que la idea de que un político mienta es tan grave que se le forzaría a la dimisión, sin embargo en Europa, los políticos niegan lo evidente sin ningún pudor. Hay otros países en los que existe la idea de que el estado debe garantizar una vivienda digna, alimentación y educación para los menores (Hablo de Corea del Norte). No obstante, se rechazan estas ideas (o se ocultan), solo porque en esos países se dan otras situaciones muy catastróficas, en lugar de adoptarlas y adaptarlas para mejorar nuestra sociedad.

Estoy hablando de aplicar esto a todos los aspectos de la vida. Realmente solo estoy hablando de no conformarse con las normas de pensamiento fáciles, estoy hablando de tumbar los prejuicios ideológicos y de aprender, de pensar. Piensen.

sábado, 21 de marzo de 2015

GRIMORIO TERCERO

Un experimentado mago y prestidigitador de las palabras invocó en su cuarto a su musa, la única mujer capaz de traducir las palabras que salían de su calavera durante su introspección.

Empezaron a salir palabras y resulta que en una fuerte discusión que mantuvo jornadas atrás con el demonio que habitaba uno de sus hombros, el ángel que había en el otro acabó suicidándose. Esta situación provocó en el mago sentimientos amargos y oscuros. Se sintió como una rosa a la que le dicen lo bonita que es, sabiéndose solitaria por hacer sangrar a todo aquel que toca las espinas de su tallo. Se sintió cómo aquel que, ante el "te quiero" obtuvo un "hasta luego" dejando en el aire un "¿Por qué?". Se sintió traicionado por sus propios sentimientos.

 Tuvo mil motivos para estar triste, pero le faltaba tiempo, pues quería captar todos y cada uno de los vocablos que su musa traducía. Entonces dibujó un sello con escrituras griegas al lado de una bailarina de juguete que vivía apoyada en el suelo y, al grito de "ohana", el sello se encendió en llamas quemando su inocencia entre gritos de dolor.

 Allí mismo nació su madurez de entre las cenizas, generando en su pecho una cálida sensación que calmó el caos en que se sumía la habitación. Su musa, en ese momento, exhausta, pero orgullosa de la constancia que dejó en el grimorio el mago, se desvaneció y el mago puso en paz su karma interno por tercera vez.