sábado, 21 de marzo de 2015

GRIMORIO TERCERO

Un experimentado mago y prestidigitador de las palabras invocó en su cuarto a su musa, la única mujer capaz de traducir las palabras que salían de su calavera durante su introspección.

Empezaron a salir palabras y resulta que en una fuerte discusión que mantuvo jornadas atrás con el demonio que habitaba uno de sus hombros, el ángel que había en el otro acabó suicidándose. Esta situación provocó en el mago sentimientos amargos y oscuros. Se sintió como una rosa a la que le dicen lo bonita que es, sabiéndose solitaria por hacer sangrar a todo aquel que toca las espinas de su tallo. Se sintió cómo aquel que, ante el "te quiero" obtuvo un "hasta luego" dejando en el aire un "¿Por qué?". Se sintió traicionado por sus propios sentimientos.

 Tuvo mil motivos para estar triste, pero le faltaba tiempo, pues quería captar todos y cada uno de los vocablos que su musa traducía. Entonces dibujó un sello con escrituras griegas al lado de una bailarina de juguete que vivía apoyada en el suelo y, al grito de "ohana", el sello se encendió en llamas quemando su inocencia entre gritos de dolor.

 Allí mismo nació su madurez de entre las cenizas, generando en su pecho una cálida sensación que calmó el caos en que se sumía la habitación. Su musa, en ese momento, exhausta, pero orgullosa de la constancia que dejó en el grimorio el mago, se desvaneció y el mago puso en paz su karma interno por tercera vez.